lunes, 29 de diciembre de 2008

Navidad: Ángeles Cantalapiedra


Entre otras muchas cosas, la navidad sirve, además de para gastar lo que no tienes como a muchos les gusta recordar, y parece que el significado de esa palabra sea ése, consumo, sirve para renovar afectos. Se abren las puertas de los sentimientos y acampan a sus anchas durante estos días. Abrazos, besos, sonrisas, viejas rencillas… Todo aflora. Se renueva, se reinventa, se olvida y te abrazas a una palabra que cada uno interpreta como puede.Sí, hablo de AMOR, yo lo pongo con mayúsculas porque para mí es el verdadero rey, el motor de nuestras vidas.
Ayer, un día “horribilis”, no me tocó la lotería y me pusieron la flor del espino en mis ruedas para que se pincharan del todo y, sin embargo, disfruté del amor en una doble vertiente. Por una parte me abracé a dos amigos de esas veces que te fundes en ellos. Mi nariz husmeó en su esencia y mis ojos se miraron en los suyos; supe que era afortunada de tener a mi lado a un ángel y a un diablillo con alas.
Por otro lado, mientras los estaba esperando en un bar, mi ojo izquierdo observaba a una pareja que se frotaba uno contra el otro de una manera tierna aunque insistente. Sus manos iban y venían y mi ojo izquierdo llamando al derecho para tener una visión completa, pero yo que a veces soy discreta, no siempre, me resistía a mirar de frente y romper su mundo de burbujas chispeantes. Fijaros si se dan cuenta que una mirona está delante de ellos con la boca abierta… No me parecía correcto, así que dije a mi ojo izquierdo que me siguiera contando.
Sus manos dejaron de girar sobre sus cuerpos y dieron paso a la palabra. Mi oreja izquierda rápidamente se puso en funcionamiento “Yo te quiero igual, me pareces maravilloso y van a se diez días nada más y volveremos a estar juntos, ya verás… Qué guapo eres”… Mis sensores me gritaban “vuélvete”, pero no hizo falta. Alguien me tocó mi brazo izquierdo y me dijo “¿Tienes fuego por favor” Era la misma voz que unos segundos antes declaraba amor con mayúsculas. Me puse tan nerviosa que se me cayó al suelo el mechero, el tabaco. Me agaché y junto a mí lo hizo otra persona. Nos miramos, nos sonreímos y comprobé la deformidad de quien me sonreía. Le faltaba una manita, era tuerto y un trocito de su cara estaba quemado. Cuando nos incorporamos vi a la chica. De verdad, hacía mucho tiempo que no veía tanto amor en unos ojos… Entonces recordé que para el amor hay algo más grande que la belleza externa. Son los ríos de tinta que fluyen para que sintamos, lloremos, riamos, amemos; lo demás no importa.Después, llegaron mis amigos y entró un niño marroquí con una pandereta cantando un villancico.
Una vez más, supe que para mí eso es la navidad.
Hoy hace veintitrés años que volví a nacer. El niño Dios me quiso llevar con él y al final me dejó en tierra junto a un hermoso bebé metido en una incubadora. Sus manos y pies aún estaban casi sin hacer. El tiempo le ha convertido en un tío cachas. Se llama Ignacio y es mi hijo.
¡Feliz navidad, amigos!

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