domingo, 14 de diciembre de 2008

La Navidad sin ti: Eva



(Para ti que te has ido aunque siempre vives en mi corazón)

Descubríamos y gozábamos, asombrados y deslumbrados, las luces suspendidas en el aire navideño.
Alientos de travesuras retoñaban en nuestros rostros confiados. Cada farolillo; un deseo, un sueño y nuestros palpitares, en penitente concordancia, invocaban adoración pura e infinita, serena y rendida, calmosa y templada. La ternura hilvana siempre en blanco las inmaculadas emociones.
Encarábamos dichosos el año en su despuntar.
Alborotábamos, armónicos y cómplices, al compás de estribillos de epifanías. Navidades al son del tamborilero.
Retábamos, con esperanzas renovadas, las primicias que prometían y auguraban épocas venideras. Trescientos sesenta y cinco días de dilación para peticionar y evocar, apresados de remozados desvaríos, la luminaria de los ensueños y las quimeras.
Han pasado los años y se jactaron de nosotros los aletargados espejismos y delirios. Se apagaron, en un instante, los quinqués de guirnaldas verdes que reflectaban tus ilusiones y las mías.
Murió la navidad como mueres en penas cuando careces de alegrías y dichas.
Ya no estas, y todos los instantes amanecen en ofrendas y homenajes de años nuevos con candelas que despuntan al alba y se cohíben con cada poniente.
Hoy administro tu soledad, la que marca la ausencia de tu amor, en el pálpito de hallarme otra vez en tu sonrisa, en tu cariño, en tu abrazo y te busco en el brillo de cada estrella, en el guiño tintineante y parpadeante de las luces que preceden al tiempo de las esperas, a las estaciones de la esperanza.
Quizá entonces… tenaces y perdurables… retornen las nochebuenas.

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