sábado, 13 de diciembre de 2008

El brindis: Lola Bertrand


Está llegando a su final mi primer año cerca de ti, por eso, sentada en esta mesa de transparentes azules, alzo mi copa, llena del agua de vida que tú le pusiste.
Brindo por el roce impreciso que tus ojos dejaron en mi piel; por tu voz que se hunde en mis entrañas como un exquisito veneno. Brindo por esas burbujas de luz que has logrado introducir en mis noches; por los abrazos entre líneas que han desatado un torrente de deseos en mi sangre…
Porque has conseguido detener el reloj, justo antes de que dieran las doce campanadas de oscuridad.
Y sentada en esta silla de días, soy feliz, a pesar de los trescientos sesenta y cinco escalones de distancia que nos separan; a pesar de los trayectos dispares de nuestros futuros: donde yo pongo mis pies, ya han estado los tuyos miles de veces, hay huellas de arena en ellos que no deseo borrar.
Y sin embargo, en este brindis, nuestras bocas rozan el mismo círculo del cristal, y estás tan cerca en tu lejanía, que no puedo dejar de amarte.
Un eco rompe el aire de la monotonía, se diluyen en el aire doce medidas de tiempo.
Una, dos, tres: alzo mi copa y te tomo.
Cuatro, cinco, seis: te deslizas sinuoso por el tobogán de mis pupilas.
Siete, ocho, nueve: dentro de la curva de tu noche, están mis caricias.
Diez, once, y doce: ¡te siento entero!
A través de los ojos de la luna, se me escapa una lágrima roja,
y yo trazo, en mi cuerpo, un poema ,en el surco abstracto que dejó su sal.
¡Brindo por ti y por mí!, desfragmentados en burbujas de cristalino mar, tan sólo ansío que con tu aliento roces el perfil de mis días…

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