jueves, 11 de diciembre de 2008

El año nuevo (Memorias): Carmen Amaralis

No es concebible escuchar las doce campanadas sin que el vozarrón de mi Tío Nano resurja, resuene y retumbe en las paredes de los muros del jardín. Allí, en medio de los primos y tíos, en medio de mami y papi, justo en medio de las pascuas doblemente floridas se paraba y entonaba a todo Pulmón - Granaaaaaadaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, tierra soñada por miiiiiiiiiiiiiiiiiiii, mi cantar se vuelve gitano cuando es para tiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, mi cantaaaaaaaaaaaaaaaaaarrrr, hecho de fantasía, mi cantaaaaaaarrrrrrrrrrrrrrrr, flor de melancolíaaaaaaaa, que yo te veeeeeeeeeeeeeeeeeengo a daaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaar… Yo le admiraba, le adoraba, le quería, y todos le aplaudíamos con un extraño frenesí, luego los abrazos, las bendiciones, los petardos y las luces de Bengala iluminando para recibir el Año Nuevo.

La noche de Año Nuevo entonces era reunión de familia, mucha, mucha familia. Llegaban los tíos de Nueva York, siempre con aquellos gabanes de inviernos friiiiiiiiiiiiiiios. Insistían en usarlos, sin tomar en cuenta que acá en Puerto Rico diciembre es fresco, sabroso, suave y azul. Les daba estatus, decían. Yo nunca entendí ese sacrificio de sudar la gota gorda solo por exhibir estatus. También llegaban los primos de San Juan alardeando de sus títulos universitarios. Yo quería parecerme a ellos.

Y justo a las doce, y como por arte de magia, aparecía mami por la puerta de la cocina balanceándose con dos bandejas llenitas de copitas de Vermuth Cinzzano. Y haciendo una imitación caricaturesca del vozarrón de Tío Nano, cantaba - Sin Cinzzano noooooooo, sin Cinzzano, no, no, nooooooooooooooooooo…
La algarabía llenaba nuestro espacio y nuestras almas. Nos sentíamos más primos y tíos que nunca. El amor familiar flotaba entre las palmas y las pascuas, y una sensación de plenitud invadía todos los corazones, bajo las estrellas tintineantes.

El Año Nuevo llegaba y no había duda de que éramos una familia feliz, lista para lo que este trajera.

Ya tío Nano partió para la Alhambra del Cielo, pero aún su “Granada” flota en el ambiente al sonar las doce campanadas, y no hay duda, no, que la esperanza invade las miradas de los que aún quedamos para celebrarlo.

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